La semana pasada, cuando investigaba en los libros parroquiales de San Martiño de Oleiros, en el ayuntamiento coruñés de Toques, encontré una  anotación diferente.  

 

 

La protagonista era una niña de ocho años, que apacentaba las vacas. ¿ O sería más bien a la vaca? No era la primera vez, que me topaba en mis investigaciones, con un suceso de estas características… ¡Eran otros tiempos! Por aquel entonces, los niños y las niñas trabajaban en casa, como si fuesen adultos. Había quien, siendo muy pequeño, ya andaba al jornal o entraba a servir en casas ajenas. No era el Londres de Charles Dickens, pero si podría ser el Gres natal de Xosé Neira Vilas, en Vila de Cruces.

 

 

En aquella época, no había especialistas en prevención de riesgos laborales, que alertaran de peligros,  como ser arrastrada por una vaca.

 

 

 

 

 

«Los caballeros las prefieren rubias» de Galia Blanco

 

 

Ocurrió en una tarde tórrida de verano, allá por mil novecientos cinco. Jesusa, que así se llamaba la niña, llevaba a la vaca sujeta de una cuerda, atada por el extremo a su brazo. La vaca pastaba tranquilamente, hasta que, de repente, dice la partida de defunción, el animal se puso a correr “aguijoneado por los tábanos”.  Del resto, mejor no contar… La desgraciada nila murió y fue enterrada en el atrio de la iglesia de San Martiño de Oleiros, con oficio de párvulos.

 

 

 

 

 

párvulo, párvula

 

“Niño o niña de corta edad, que está en el primer estadio de la enseñanza escolar”

 

 

 

 

 

Sí, nuestra Susiña era párvula, aunque era bastante improbable, que estuviese en el primer estadio de la eneseñanza escolar. En 1857, la Ley Moyano sentó las bases para crear un sistema educativo, que acabase con el analfabetismo endémico en el país. Aún así, cincuenta años más tarde no había escuela en su aldea. Y de haberla, dudo que su educación fuese prioritaria, para su familia. Las niñas apenas iban a la escuela. ¡Cuanto lloraba siempre mi abuela, por no haber ido a la escuela!  ¡Brecha de género, dicen!