EL EXTRAÑO VIAJE. LA NOSTALGIA DE SEFARAD

 

Hace unas semanas, cuando investigaba en los libros bautismales de la iglesia de San Pedro en Lugo, encontré una extraña anotación del verano de 1862, que decía bautismo de adultos.      

 

 

 

Los adultos bautizados eran realmente dos mujeres, madre e hija, naturales de la ciudad de Tetuán, en África, educadas y criadas en la religión hebrea. La madre era Reina Secri, de veintisiete años, hija de Juda Secri y Semita Levi. La hija era Semita Ermaná, de ocho años, hija de la dicha Reina y de Jacob Ermaná. En el momento del bautismo, cambiaron sus nombres. La madre, por Florentina y su hija por Teodora. La madrina de estas dos misteriosas mujeres era Dª Teodora Sánchez.  

 

 

 

Sorprendida por el hallazgo, seguí hojeando el libro, con la esperanza de encontrar algo más. Ahí estaba… Unos meses más tarde, en primavera del año siguiente, otra hija de Reina, por aquel entonces Florentina, también era bautizada, en el mismo lugar. Se trataba una mujer, de unos quince años, conocida entre los suyos como Mesoda. El nombre cristiano que eligió fue el de Rita, como el de su madrina Dª Rita Fernández Cuevas.

 

 

 

 

 

 

 

Todo parecía indicar que las tres mujeres habían llegado a Lugo juntas, pero el motivo y forma de este desplazamiento, era un misterio para mí. Cerremos los ojos e imaginemos a la familia de Reina,  saliendo de una forma apresurada de un lugar indeterminado de España hacia África. Isabel y Fernando acababan de firmar el Edicto de Granada, en marzo de 1492, por el que se ordenaba la expulsión de los judíos. Posteriormente, la familia se asentaría en Tetuán. Y sus mujeres serían amamantadas, generación tras generación, con canciones que lloraban la pérdida. La memoria de Sefarad quedó incrustada en su ADN.    

 

 

 

 

“Arvoles yoran por luvias

 

y muntanyas por ayres

 

Ansí yoran los mis ojos

 

Por ti kerida amante

 

Torno i ti digo: ke va a ser de mí?

 

En tierras ajenas yo me vo murir…” 

 

 

Canción tradicional sefardí

 

 

 

 

 

Cuatrocientos años más tarde, otra reina irrumpe en escena. Se trata de Isabel II, que declara la guerra a Marruecos. Es la primera guerra hispano-marroquí, que comienza en diciembre de 1859 y termina el 26 de abril del año siguiente con el tratado de Wad-Ras. Uno de los episodios clave de esta guerra fue la Batalla de Tetuán. Visualicemos ahora a las tropas españolas entrando en Tetuán y sorprendidas por un grupo de hombres y mujeres, que los reciben como libertadores, dando vivas, en una lengua muy similar al castellano. ¿Podéis escuchar la calurosa bienvenida de Reina y a sus hijas?  

 

 

 

 

 

¡Bien venidos! ¡Viva la Reina de España!¡Vivan los señores!- gritaban en castellano aquellas gentes; pero un acento especial, enteramente distinto del de nuestras provincias” 

 

 

 

Pedro Antonio de Alarcón. Diario de un testigo de la Guerra de África. 1859

 

 

 

 

 

 

Retrato. Isabel II 

 

 

 

 

En poco tiempo, Reina y sus hijas se embarcan en un viaje, que las lleva por fin a su amada Sefarad. Nada sabemos de si ese viaje fue forzoso o voluntario. Vamos a pensar que se integraron en el servicio doméstico de alguna familia de militares, a las órdenes de Dª Teodora y Dª Rita. Serían sus piadosas amas, quienes se ocuparían de educarlas en el cristianismo y bautizarlas. Ese es el precio que tuvieron que pagar, por su regreso. La matria añorada les recibía sí, pero con condiciones. Habían transcurrido casi cuatro siglos y todavía no había libertad de culto en España. La sombra de Isabel La Católica es alargada.

 

 

 

 

 

¿Hay historias de destierro en tu familia? ¿Hubo personas perseguidas por sus ideas religiosas o políticas? ¿Qué huella ha dejado esta experiencia en tu familia?  ¿Fantaseas con la idea de tener ascendencia judía? ¿Qué cuentan tus pruebas de ADN?     

 

 

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