Se acerca el día del padre y me doy cuenta de que el mío ya no está, que se empezó a ir hace ya casi un año. Y que me siento huérfana. Estos días tomo en mis manos, el poemario de Sharon Olds, titulado “El Padre”. Releo de nuevo esos poemas crudos, escritos durante un período de tiempo de nueve años de la vida de la autora, que narran la enfermedad y muerte del padre desde el punto de vista de una hija. La poesía de Sharon Olds me agita por dentro, llega a mis tripas y me reconecta con un dolor que todavía está ahí, deseando ser escuchado. ¿Os he contado que hay ocasiones en que los libros me encuentran? Eso es lo que ha ocurrió, cuando mis ojos se encontraron por casualidad con la portada azul cielo de “El Padre” de Sharon Olds. Fue una mirada de reconocimiento mutuo.
«El Padre» Sharon Olds. Ed. Bartebly.2004
Como esa última mirada intercambiada entre padre e hija, el día antes de morir, que la autora describe en el poema, “Los ojos de mi padre”:
Y una vez, cuando se movió intentando
estirar el brazo, me agaché
y volvió su iris borroso hacia mí,
su pupila se contrajo por un instante
y me recibió: era mi padre mirándome.
Fue apenas un segundo, como la repentina chispa
del deseo que brilla de pronto entre dos personas.
Después, su vista se hundió de nuevo
y sólo dejó un globo ocular,
y al día siguiente el alma huyó
y ahí ya sólo dejó a mi padre.
Pensé en esa última mirada,
una mirada sin amor ni esperanza,
su mirada de reconocimiento
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