Hace un mes que llevo en mi móvil, esta fotografía de un padre, una madre y un hijo, tomada en Cuba en 1963.     

 

 

Observo al niño de ojos sonrientes e intento descubrir algún tipo de parecido conmigo.  

 

 

La foto me la ha enviado desde Estados Unidos, un hombre con el que he hecho MATCH.

 

 

Los resultados de nuestras pruebas dicen que compartimos un 0,57 % y cuatro segmentos de ADN y que somos primos en tercer grado.    

 

 

Reviso la bandeja de mensajes y descubro que nuestro primer contacto se remonta a abril de 2023, pero realmente fue en enero de 2024, cuando entablamos una conversación fluida, destinada a determinar si lo que decía nuestro ADN, se podía probar documentalmente, utilizando herramientas de genealogía tradicional.

 

 

Durante unos días, los mensajes volaron en ambos sentidos, hasta que Antonio que así se llama, pronunció las palabras mágicas:

 

 

“Mi madre nació en O Couto en 1927”.

 

 

 

 

O-C-O-U-T-O.

 

 

En ese momento, mis ojos también sonrieron.

 

 

¡Mi bisabuelo José procedía de esa aldea de  la parroquia de Sampaio , en Castro Caldelas!

 

 

Era ahí donde tenía que buscar.  

 

 

Tocaba revisar el árbol genealógico de mi familia materna y volver sobre mi bisabuelo José.

 

 

Por fin había llegado el momento, de dedicarme un tiempo de archivo.  

 

 

Sólo me llevaría un par de horas encontrar a los hermanos o hermanas de mi bisabuelo y a su descendencia, en los libros parroquiales que se depositan, en el Archivo Diocesano de Ourense.

 

 

Así fue como descubrí, que Antonio y yo compartíamos un ancestro común.

 

 

Se trataba de nuestro tatarabuelo Ramón, nacido en Marcelle, en Monforte de Lemos y casado con Manuela  en Sampaio, en Castro Caldelas, con la que tuvo cinco hijos.

 

 

Pues bien, uno de esos hijos resultó ser bisabuelo de Antonio y hermano del mío.

 

 

¡Habíamos resuelto el misterio! 

 

 

Ahora ya podemos afirmar que somos PRIMOS TERCEROS.

 

 

Durante el proceso hemos hablado mucho, pero sé que tenemos conversaciones pendientes, destinadas a saciar nuestra sed de información, de Cuba en mi caso y de Galicia en el suyo.  

 

 

Se nos presenta ahora, una oportunidad de oro, para  entender la realidad de las personas que se fueron y de las que regresaron , así como para sanar, alguna que otra herida.  

 

 

¡Ay, la emigración!   

 

 

Nuestros bisabuelos no emigraron, pero sí nuestras abuelas. Ambas fueron mujeres migrantas en Cuba, en busca de una vida mejor, aunque sus historias fueron muy diferentes. 

 

 

Quizás esta sea la razón por la cual hoy, yo escribo desde Galicia y Antonio desde Estados Unidos.  

 

 

Encontrarnos ha sido maravilloso.

 

 

Hay coincidencias que merecen la pena.