LOS TOPOS

LOS TOPOS. HISTORIAS DE CONFINAMIENTO

 

 

Día once de cuarentena. Retomo la lectura de «Los topos. El testimonio de quienes pasaron su vida escondidos en la España de la posguerra»,  de Jesús Torbado y Manu Leguineche.  Ediciones, Capitán Swing.

 

 

 

LOS TOPOS

 

 

 

 

El libro publicado, por primera vez en 1977, recoge las historias de dieciocho hombres, que una vez terminada la guerra, se escondieron en todo tipo de cubículos, para salvarse de una muerte segura.

 

 

Cuentan en la familia, que mi abuelo paterno Aurentino fue una de las primeras personas que corrió a comprarlo a las librerías. Quizás fue su última lectura, ya que en marzo de 1978, falleció. Yo entonces era muy pequeña y poco sabía de los asuntos de mayores. Ahora cuando lo leo, me pregunto de dónde le vendría a él, la fascinación por los topos.  

 

 

 

Topo

 

 

“Mamífero insectívoro del tamaño de un ratón, de cuerpo rechoncho, cola corta y pelaje negruzco suave y tupido, que tiene hocico afilado, ojos diminutos y casi ocultos por el pelo, y cinco dedos armados de fuertes uñas que le sirven para socavar y apartar la tierra al abrir las galerías subterráneas donde vive”

 

 

 

Diccionario RAE

 

 

 

La mayor parte de los topos de la posguerra salieron de sus escondites, con el indulto del año 1969.  ¡Treinta años, sin salir a la calle! Regresaron como fantasmas. Pálidos, casi ciegos, enfermos y ridiculizados por la prensa oficial, que se burlaba de ellos, llamándoles “tontos de a pie”, como si su miedo fuese infundado.  

 

 

 

Cuentan los autores del libro. que cuando acudían a las presentaciones y firma de ejemplares en distintas localidades, siempre se les acercaba alguien que inesperadamente, les decía: “Yo también fui topo”. 

 

 

 

Ellos no visitaron Ourense, pero estoy segura, de que mi abuelo, se les podría haber acercado igualmente, para susurrarles al oído esas palabras. Él también había estado agazapado, escondido y confinado en una especie de exilio interior.  

 

 

 

La lectura de “Los Topos”, me permite también relativizar sobre las condiciones de mi confinamiento actual. Al fin y al cabo, espero que el mío no se alargue más de un mes. En la calle, no me esperan matones, dispuestos a cualquier cosa. Tengo comida, una cierta movilidad y acceso a un cuarto de baño. El futuro es incierto, sí. Pero, siempre lo ha sido.

 

 

 

Os dejo hora, con las palabras de Saturnino de Lucas Gilsanz “El Cojo”, que estuvo escondido, durante treinta y tres años y que cuenta cómo era su rutina diaria: “Yo me despertaba a las seis de la mañana o las siete de la mañana. Hacía un resumen general del día anterior y luego me forjaba lo que había de hacer durante el todo el día y el tiempo venidero. Casi todos los días pensaba lo que debía de hacer y lo llevaba a la práctica; yo lo llevaba todo completamente hilvanado, y así claro, no fracasaban las cosas. Así como resumen puedo decirle que lo he pasado estupendamente bien”.  Pues nada, me voy a aplicar el cuento.  

 

 

 

 

¿Qué sabes de las aficiones de tu familia? ¿Qué libros leían? ¿Qué canciones cantaban? ¿Cómo era el mundo ideal, que ellos soñaban? ¿Vivían hacia dentro o hacia afuera?

 

 

 

     

 

 

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