¿Crees que eres una persona rencorosa? ¿Cuánto tiempo has sido capaz de mostrar tu enfado a un amigo, compañero de trabajo o familiar? Los personajes de esta película son dos hermanos y vecinos, que han sido capaces de mantener un silencio entre ellos, de más de cuarenta años. Son carneros humanos.
No sé, si en Islandia, existe el refrán: “No hay mayor desprecio, que no dar aprecio”. Si no existe ese, existirá algún otro parecido. En inglés, también, hay una palabra específica para describir esa actitud de expresar nuestro enfado con alguna persona, a través del silencio. Esta actitud requiere cerrar todos los canales de comunicación, mediante la ausencia de contacto visual, verbal y físico. La persona que expresa así su malhumor, no está dispuesta a dar explicaciones sobre la razón, por la que se ha sentido ofendida. ¿Acaso la otra persona no sabe lo que ha hecho mal?
Esta situación de prolongada y voluntaria incomunicación entre hermanos cambia, cuando en el valle donde viven, irrumpe una enfermedad mortal que obliga a sacrificar a todas las ovejas, sin excepción. Este hecho – momento bisagra– será el desencadenante de importantes cambios en la relación entre los dos hermanos, protagonistas de la película. Ambos se dedican desde siempre a la cría de ovejas, como seguramente lo han hecho antes sus padres y los padres de sus padres.
Las ovejas son su fuente de ingresos. Son también, la única forma que conocen de establecer una conexión emocional con la vida. Finalmente, son su única oportunidad para perpetuar el linaje familiar. Cuando ellos se mueran, lo único que les podrá sobrevivir son esas ovejas, que a lo largo de los siglos, se han reproducido y crecido, bajo la supervisión de sus antepasados.
La película habla de un modo de vida que se extingue, del vértigo de no poder dejar descendientes, de ovejas negras y del amor fraternal. Una pequeña joya, que tiene la virtud de hablar de temas universales desde algo tan local, como el icono nacional islandés: la oveja.
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