CASTELLANOS DE CASTILLA. UNA DE ROSALÍA

 

En la Ribeira Sacra orensana, en Parada do Sil, hay un mirador que  asoma al cañón y que tiene el enigmático nombre de “Los Balcones de Madrid”.  La primera vez que visité este lugar, alguien me contó, que ese era el punto donde despedían a las personas que entre abril y mayo de cada año, iban a la siega.  

 

Desde allí, los familiares podían contemplar cómo sus seres queridos cruzaban el río, después de descender por la pronunciada pendiente. Luego volvían a subir y caminaban hasta Monforte, donde les esperaba el tren.  Dicen que, desde este punto, no sólo partían los temporeros que iban a Castilla. También, lo hicieron muchos hombres y jóvenes, que vendían sus barquillos, por las calles de Madrid. Parada do Sil es tierra de barquilleros.   

 

 

 

Mural de Cestola na Cachola

 

 

Cruzando el río, en la Ribeira Sacra de Lugo, había también personas que se despedían, aunque no hubiese un lugar, destinado específicamente a «los adioses».

 

La historia que os voy a contar aparece registrada, en los libros parroquiales de San Vicente de Pombeiro, en Pantón. El protagonista no era barquillero. Era simplemente un mozo soltero, de veinte años, que había ido con otros vecinos de la parroquia, a la siega. ¿Recordáis el poema de Rosalía? Pues bien, Benito Albarado, que así se llamaba, fue uno de esos gallegos. que “cando foi, iba sorrindo”.

 

A los pocos meses, llegó la triste noticia de que Benito había muerto. Según un certificado enviado por el administrador general del Hospital de Madrid, nuestro mozo había entrado en este hospital en julio, gravemente enfermo y allí había fallecido.  

 

Su hermano pagó un funeral, por su alma. Nadie recitó los versos de nuestra Rosalía, porque era 1804 y “Cantares Gallegos” todavía no se había publicado. Pero quién sabe, si hubo alguien que llorase, “pola luciña dos seus ollos, polo amantiño do seu peito».

 

 

 

 

 

A veces, los libros parroquiales nos regalan historias como ésta, de muertes ocurridas a muchos kilómetros de distancia: Madrid, Miraflores de la Sierra, La Habana, Montevideo. Son historias de emigración, con final infeliz. Historias que nos retrotraen a un tiempo, en que muchas aldeas gallegas se vaciaban de hombres, forzados a buscarse el pan, en los campos de trigo de Castilla o en los territorios de ultramar.   Y también de mujeres, pero de eso, hablaremos en otro momento. 

 

 

2 Comentarios

  • Sonya

    31.01.2020 at 19:10 Responder

    Excelente te felicito por el trabajo que llevas a diario, dando a conocer todo lo relacionado a nuestros antepasados, aquellos que se negaron a dejarse olvidar que se fueron con los ojos tristes y que nunca lograron regresar

    • bisagras de papel

      02.02.2020 at 21:52 Responder

      Gracias Sonya. No sé muy bien porqué, pero las historias de emigración me fascinan… ¿Será porque también forman parte de mi historia?

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