Muchas veces, me pregunto quiénes son todas esas personas, que vivieron antes que yo. De algunas tengo nombres y fechas, fotografías o descripciones físicas y relatos repetidos, una y otra vez. De otras tengo el recuerdo de su tacto, de una voz que se quiebra, de palabras en desuso y de olores antiguos.
Pero, ¿qué hay de lo que no se ve? Me gustaría saber, que porción del qué y del cómo de mis acciones, tiene aromas de Casilda, Elvira y Dolores y otros nombres olvidados.
Y en ese momento, tengo la certeza de que pudiera ser, que mi voz sea una herramienta de expresión, de lo que no pudo ser contado anteriormente, de dolores antiguos y ancestrales, que se pierden en la noche de los tiempos. Y que mis manos y todo mi cuerpo ejecuten movimientos imposibles, antes vetados para ellas. Me siento cerca de Alfonsina Storni, esa mujer que hace ya cien años, gritaba e incomodaba, con sus «chillonerías de comadrita«. Era la suya una voz poética, que ponía fin a siglos y siglos, de «no puedes», de «calladita estás más guapa» y otras retahílas.
Alfonsina Storni caminando por la rambla del Mar de Plata. 1936
“Pudiera ser que todo lo que en verso he sentido
no fuera más que aquello que nunca pudo ser,
no fuera más que algo y reprimido
de familia en familia, de mujer en mujer.
Dicen que en los solares de mi gente, medido
estaba todo aquello que se debía hacer…
Dicen que silenciosas las mujeres han sido
de mi casa materna… Ah, bien pudiera ser…
A veces en mi madre apuntaron antojos
de liberarse, pero se le subió a los ojos
una honda amargura, y en la sombra lloró.
Y todo esto, mordiente, vencido, mutilado,
todo esto que se hallaba en su alma encerrado,
pienso que sin quererlo lo he libertado yo”
Irremediablemente. 1919
No hay Comentarios