La primera vez que oí hablar del campo de concentración de Castropol fue por casualidad, durante una investigación. En aquella ocasión, y sin saber muy bien porqué, decidí buscar a la bisabuela de mi clienta en una lista de víctimas de la represión franquista en la provincia de Lugo, entre los años 1936-1940. Esta lista elaborada por la investigadora e historiadora María Jesús Souto Blanco es una excelente fuente de información para genealogistas. Así que probé con la inicial de su apellido y de repente, voilà… Nuestra mujer había estado recluida en la cárcel de Lugo, entre enero y abril de 1940, para luego ser conducida al campo de concentración de Figueras-Castropol. Tenía cuarenta años y era madre soltera, de cuatro. Su delito: auxiliar a huidos.
“¿Cuántos campos de concentración franquista se crearon en nuestro país durante la guerra y la dictadura? Esta era una de las principales preguntas a las que quería dar respuesta cuando comencé esta investigación. Tres años después mi conclusión no puede ser más clara: sólo hubo uno y se llamaba España. La nación entera, a medida que fue siendo conquistado su territorio por las tropas rebeldes, se fue convirtiendo en un gigantesco campo concentracionario”
Carlos Hernández de Miguel
“Los campos de concentración de Franco”
Ese mismo delito es el que condujo a cientos de mujeres e incluso a niños de Asturias, Galicia y León a este campo, ubicado en el extremo noroccidental de Asturias, muy cerquita de la playa de Arnao. A partir de 1939, dejó de ser un campo de prisioneros de guerra para convertirse en uno de “presos gubernativos”, en el que se alojaron principalmente familiares y personas que colaboraban con el maquis. Y cuando digo alojaron, soy consciente de que no utilizo la palabra adecuada, ya que se trataba de una reclusión forzosa, en condiciones infrahumanas. Allí penó nuestra mujer, durante un tiempo, no sé cuánto, ya que no he tenido acceso a más información. Su rutina diaria transcurriría entre izados de bandera, “Caras al sol”, escasas comidas, frío y lluvia. A esto habría que añadir el trabajo forzado de recoger piedras en la ría y cargarlas en cestos, para construir una carretera cercana.
Hoy en día, no es sencillo ubicar el lugar, donde se levantaron esos tres barracones. En la web oficial de turismo de Asturias no hay espacio para la memoria… Sería bonito que los turistas que visitan lugares de la Mariña Lucense, como O Fuciño do Porco , en O Vicedo, As Catedrais o el parque etnográfico de O Cargadoiro en Ribadeo, cruzasen la ría, para conocer la historia de aquellos hombres, mujeres y niños, que malvivieron allí, a escasos metros de la playa de Arnao.
No es necesario que se adentren en la zona recreativa de Arnao, donde se alza un monolito de piedra, lleno de pintadas, ni que observen el campo de tiro vecino, donde también se ubicaba parte del recinto. Todo lo que encontrarán allí, es decepcionante. En su lugar, recomiendo un paseo al borde del mar, en el que abran su corazón a esa parte de la memoria colectiva que nos ha sido robada.
PREMIOS SON MULLER. UN MOMENTO INOLVIDABLE
04.01.2020 at 14:37[…] en mis investigaciones. No os podéis hacer una idea, de su bravura y valentía. Y por último, a las mujeres que penaron por sus ideas en O Vello Cárcere de Lugo. De alguna manera podía sentir, que estaban allí, mirando a […]