¿Os acordáis de la canción popular que dice: “Se vas ó San Benitiño, non vaias o de Paredes, que hai outro máis milagreiro, San Benitiño de Lérez”?
La canción sigue: “San Benitiño do ollo redondo, hei de ir alá se non morro e hei de levar unha bota de viño e unha bola de pan para o camiño.”
Pues bien.. El protagonista de esta historia no consiguió llegar «alá». Y cuando digo esto, no hablo de Lérez o de Paredes. Su muerte fue una de segunda división, ocurrida en un San Benito olvidado, de la Galicia interior.
Tampoco “levaba viño ou pan para o camiño”. Lo que llevaba eran cohetes.
Manuel Gómez Rodríguez, que así se llamaba el desgraciado, era el flamante mayordomo de la cofradía de Nuestra Señora del Rosario de Sabadelle, en el ayuntamiento orensano de O Pereiro de Aguiar. Y como tal, tenía encomendada la misión de llevar, los cohetes de casa del cohetero a la ermita de San Benito da Veiga, en esta misma parroquia. ¡Ya sabéis que una romería sin fuegos, no es una romería!
Así que en la mañana del once de julio, día de San Benitiño, el hombre fue a buscar el preciado material a la fábrica. Poco tiempo después, se oyeron varias explosiones, seguidas de quejidos. Luego vinieron los gritos de auxilio, de su hijo Donato.
Donato no tenía móvil para llamar al 112, pero tenía unas cuerdas vocales poderosas y piernas para correr.
Dicen que los vecinos encontraron a Manuel tirado en el suelo e inconsciente y a la bestia y al carrito, a su lado.
Una semana más tarde, el cura de Sabadelle daba cuenta de su muerte, en el Hospital de Ourense, “de resultas de las heridas que le causó el incendio de los cohetes que como mayordomo traia del cohetero para la función de San Benito”.
Donato que había perdido a su madre a los pocos días de nacer, quedaba ahora huérfano de padre, con sólo once años.
Fue entonces cuando el niño hizo la promesa de que nunca más iría a la romería del santo. Y pidió de paso para no tener verrugas. ¡No vaya a ser!
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